24 ene 2013

Minirelato: Oasis de paz



La desesperación atenazaba cada uno de los pensamientos de Marcos. El cansancio extremo mermaba sus capacidades, pero no tenía otra opción. Una semana sin dormir, sin apenas probar bocado y sintiendo el pútrido aliento de los que antaño eran sus compañeros y ahora eran su perdición. Un acto de estúpida bondad le había llevado a esta situación, en un mundo en caos no hay espacio para las heroicidades, una lección que llevó grabada en sangre.

Encontrar una cabaña perdida en el bosque con abundante comida y armas fue un oasis en medio del horror. En su interior una débil y malherida niña daba sus últimas bocanadas de aire como ser humano. Nadie fue capaz de reaccionar, de dar una solución -. Mañana será otro día, mañana decidiremos- dijeron como epitafio-. Cuando Marcos abrió sus ojos alertado por unos atronadores gritos, se encontró con un festín de vísceras. La inocente niña devoraba a sus dos compañeros con fiereza y clavaba su mirada en el. Sin apenas tiempo de reacción, Marcos corrió hacia uno de los compartimentos de la cabaña y cerró la puerta. Sentado en el suelo lloró de desesperación, había perdido a sus compañeros por un irresponsable acto de vehemencia. Las horas pasaban y Marcos atormentado en sus pensamientos permanecía inmóvil en el frío suelo de la cabaña. Solo le acompañaba el sonido de la niña devorando a sus amigos.

Siguieron pasando las horas y los días, fue entonces cuando Marcos reunió el valor suficiente para luchar por su vida, un día más. Sin embargo, escuchó lo que sería para su frágil corazón, su sentencia de muerte. Sus amigos se convirtieron en horribles seres sedientos de carne y sangre, como su asesina. Marcos no los podía ver tras la puerta, pero si podía escuchar los quejidos y lamentos de tres seres arañando y golpeando su puerta, atraídos por su olor. No tenía fuerzas suficientes para salir y luchar por su vida, no tenía fuerzas para ver a sus seres queridos convertidos en una pesadilla. Derrumbado se volvió a tirar al suelo, sin apenas fuerzas para pensar en si existía una salida para esa situación. Marcos no podía más, no quería más. Forzosamente se levantó del suelo de madera, abrió la puerta, cerró fuertemente sus ojos y se quedó inmóvil mientras era devorado.

El oasis de paz que había encontrado era ahora su tumba.

Escrito por LoboGris